Hacer una política en serio, es precisamente, hacer ciencia liberada de vicios egocéntricos, para construir políticas públicas permanentes y estables, sobre las cuales se construya un "orden político" que permita el desarrollo de una comunidad, no necesariamente estática, sin dentro de un sistema fluido en que se puede mover o dinamizar, incluso aún un tanto desordenada.
Sin embargo, a farándula política es lo más común en nuestros días, pues apuesta al encantamiento del corto plazo y a la banalidad de las propuestas que se plantean, con el sólo objeto de mantener, artificialmente, una popularidad mal entendida.
Con ello no quiero decir que debemos caer en la tiranía tecnocrática y pretender que sólo aquellos que poseen el conocimiento científico y dominio teórico, son capaces de desarrollar soluciones sociales, no, muy por el contrario, es precisamente de quienes sufren las políticas públicas, de donde deben provenir las soluciones, o al menos, quienes tienen que informar a los gestores de una política pública, el como se sufre ésta. Así grandes políticas públicas gestionadas en rinbombantes escritorios, por grandes doctores y teóricos, han resultado ser un rotundo fracaso cuando se han puesto en marcha, algunas de ellas incluso, movidas por obscuros intereses especulativos y de grupos.
En temas tan relevantes como salud, educación, vivienda, previsión social y tantos otros de interés social, la experimentación, el acierto y el error, es sufrido por quienes no tienen otras alternativas que las estructuras sociales que la comunidad proporciona, pues carecen del poder económico para autogestionarse tales soluciones.
Hacer política en serio es, efectivamente, partir desde la horizontalidad de una base que sufre el problema y que informa como son sus efectos. Esa comunicación puede hacer ver, cuales son las causas de aquellas políticas públicas, mediante la interacción de todos los elementos del sistémica y en un auscultamiento permanente. Esto es, la autopoiesis social que rige las relaciones de los subsistemas.
Así cuando hacemos política en serio, no hacemos una relación unívoca sino múltiple de los acontecimientos, lo que implica un análisis más complejo de la realidad, multidisciplinario y desde la base social.
Así la política en serio, es la permanente creación de nuevos elementos dentro de un sistema dinámico, vinculados a elementos precedentes pero no iguales, sino nuevos y en constante evolución, lo que hace la sociedad líquida de Zygmunt Bauman. Sin embargo, Aún así, los sistemas, y el político en especial, requieren de una estructura que permita regular la reproducción constante de sus nuevos elementos. Una estructura consiste en la selección de posibilidades restringida de puesta en relación de los elementos, a objeto de despejar incertidumbres y acotar diagnósticos, que impidan el caos, dentro de una fluidez constante, lo que es propio de una ciencia, estructurar temas a través de una memoria de la comunicación que permita cierta evolución, a objeto que el ""Corso y el "Ricorso", no sean idénticos y repetitivos, permitiendo la complejidad de los temas y la evolución histórica.
El sistema político se debate entre la globalidad y el regionalismo, pues sus demandas son locales, no existiendo homogeneidad entre los estilos de vida, pues son las identidades diferenciadas las que permiten percibir y tratar los desniveles, será la comunicación la que dé cuenta de dichas diferencias, -lo que permite ver el bosque-, y la que genera las aspiraciones y demandas. Así, una sociedad mundial teórica enfrenta a distintas identidades locales que la construyen, la enriquecen, pero a su vez constata sus desigualdades, e incluso, constata sus conflictos. Y es sólo desde la base desde donde es posible observarlos y constatarlos, para juzgarlos y analizarlos y así luego, actuar y en resolverlos, con políticas públicas acertadas y legitimadas desde la propia base social. Llegaremos entonces, a la conclusión, que la política en serio comienza desde los problemas de la base y es necesariamente horizontal.